¡Kvetha Fricäya! ¡Saludos amigos!
Bien, finalmente estoy en casa con Brisingr. Tomó una enorme cantidad de esfuerzo terminar el primer borrador, pero ahora está terminado, y no podría ser más aliviado. De momento, estoy ocupado con el tema de la edición, que ha sido una experiencia sorprendentemente agradable esta vez. La parte más difícil es tener que remover el material en el que pasé trabajando días, semanas y, a veces, mucho más. Sin embargo, como casi cualquier escritor les dirá, simplemente porque pasaste diez días trabajando en una determinada escena no es razón para mantenerla en el manuscrito final. La única pregunta que importa es si la escena contribuye a la obra en su totalidad. Si no es así, entonces no debe ir.
Obtuvimos Annie cuando era una cachorra en 1994, y mi hermana y yo crecimos jugando con ella a lo largo de las orillas del río Yellowstone. Me recuerdo junto a ella dentro de un agujero que yo había cavado, viendo las nubes pasar sobre nuestras cabezas. Me recuerdo corriendo por la nieve en la noche, gritando su nombre, frenético porque pensaba que se podría haber perdido.
Me recuerdo luchando con ella. Me recuerdo viéndola hacer las cosas más aterradoras a los ratones recién nacidos. La recuerdo con el hocico mojado, el olor de su piel, y las expresiones en su rostro. Me recuerdo caminando con ella a través de un gigantesco rebaño de vacas, y todas las vacas formando un estrecho círculo alrededor de nosotros y mugiendo lo más alto que podían, ansiosas por defender sus crías de los pequeños lobos que habitaban cerca. Las vacas me asustaban, pero nunca la asustaron a ella. Más de una vez, vimos a Annie jugando con un zorro salvaje en el campo. Annie amaba caminar, su energía y entusiamo parecían ser infinitos...
En los últimos años, sin embargo, diversos dolores y molestias empezaron a hacerla más lenta, y eventualmente, la dejaron muy angustiada y con derrame cerebral, hasta que ayer no pudimos hacer nada más para aliviar su sufrimiento.
Annie fue la mejor amiga que jamás he conocido. La extrañaré por el resto de mi vida. Ella me enseñó sobre la vida, la muerte y el arte de vivir más de lo que cualquier filósofo pudiera. Me enseñó que la felicidad consiste en cinco cosas: alimentos, sueños, ejercicios, estar con tu equipo, y la libertad para el dolor. Todo lo demás es ajeno.
Con el paso de los años, Annie me dejó varias cicatrices, la más grande fue una mordedura en mi antebrazo, pero fue mi culpa, no la suya. Ahora que se ha ido, deseo poder tener más cicatrices de ella, que son lás únicas cosas con las que la puedo recordar. Y deseo tomarla para caminar una vez más...Stydja unin mor'ranr, Annie. Que la tierra ardillas susurre tu nombre en el terror para las generaciones venideras.
Christopher Paolini.
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