Para todos los que no pueden esperar, publicamos la traducción de un fragmento de Brisingr: Light and Shadow. (Es necesario resaltar el texto con el mouse para porder leerlo).
Actualizado (23/08/2008): La traducción oficial del fragmento Luz y Sombra puede ser leída en esta entrada.
Actualizado (23/08/2008): La traducción oficial del fragmento Luz y Sombra puede ser leída en esta entrada.
Luz y Sombra
- Saphira amasó el suelo bajo sus pies. ¡Partamos! Dejando sus bolsos y provisiones colgando de una rama de un árbol de enebro, Eragon y Roran subieron sobre la espalda de Saphira. No perdieron tiempo ensillándola; ella había usado su montura toda la noche. El cuero moldeado estaba tibio, casi caliente, bajo Eragon. Se agarró de una púa frente a él - para fijarse durante algún cambio repentino de dirección - mientras Roran enganchaba un brazo alrededor de la cintura de Eragon y sujetaba su martillo con el otro brazo.Un pedazo de esquisto se agrietó bajo peso de Saphira mientras ella se agachaba y entonces, en un solo mareante salto, llego hasta el borde del barranco, donde se balanceó por un momento antes de desplegar sus masivas alas. Las finas membranas vibraron cuando Saphira las elevaba hacia el cielo. Verticalmente, parecían dos velas azules translúcidas.
"No tan fuerte", gruño Eragon.
"Lo siento", dijo Roran. Aflojo su abrazo
Hablar más se hizo imposible mientras Saphira saltaba otra vez.
Cuando alcanzó la cúspide de su salto, ella bajó sus alas con un poderoso whoosh, llevándolos incluso más alto. Con cada aleteo subsecuente, ellos subieron más cerca de las planas, estrechas nubes que se extendían de este a oeste.
Mientras Saphira doblaba hacía Helgrind, Eragon vio a su izquierda y descubría que, gracias a su elevación, podía ver una gran extensión del Lago Leona algunas millas a la distancia. Una gruesa capa de niebla, gris y fantasmal en el brillo antes del amanecer, emanaba del agua, como si una hoguera ardiera sobre la superficie de liquido. Eragon intento, pero aún con su visión de halcón, no podía ver la lejana costa, o los bordes meridionales de Las Vertebradas a lo lejos, lo cual él lamento. No había posado los ojos sobre aquellas montañas de su infancia desde que había dejado el Valle Palancar.
Al norte estaba Dras-Leona, una enorme, serpenteante masa que parecía una silueta rocosa contra la muralla de niebla que cortaba el lado oeste. El único edificio que Eragon pudo identificar era la catedral donde los Ra'zac lo habían atacado; su pestaña en espiral surgía por sobre el resto de la ciudad, como la cabeza puntiaguda de una lanza. Y en algún lugar del paisaje que se precipitaba abajo, Eragon sabía, estaba os restos del campamento en donde los Ra'zac habían herido mortalmente a Brom. Permitió que toda su rabia y dolor de los eventos de ese día - como también el asesinato de Garrow y la destrucción de su graja - surgieran y le dieran el coraje, no, el deseo de enfrentarse a los Ra'zac en combate.
Eragon, dijo Saphira. ¿Hoy día no necesitamos proteger nuestras mentes y mantener nuestros pensamientos en secreto, cierto?
No a menos que aparezca un mago.
Un abanico de luz dorada resplandeció mientras la cima del sol coronaba el horizonte. En un instante, todo el espectro de colores avivaba el anteriormente monótono mundo: la neblina brillaba blanca, el agua se convertía a un rico azul, la muralla manchada de loco que rodeaba el centro de Dras-Leona revelaba sus deslustrados lados amarillos, los arboles se cubrían en todos los tonos de verde, y el suelo se ruborizaba de rojo y naranjo. Helgrind, sin embargo, se mantenía como siempre fue -negro. La montaña de piedra creció rápidamente mientras se acercaban. Incluso desde el aire, era intimidante.
Zambulléndose hacía la base de Helgrind, Saphira se inclinaba tanto hacía su izquierda, que Eragon y Roran se hubiesen caído de no ser porque habían amarrado sus piernas a la montura. Entonces ella azotó cerca del proscenio de pedregal y sobre el altar donde los sacerdotes de Helgrind observaban sus ceremonias. El borde del casco de Eragon atrapaba el viento de su pasaje y producía un silbido que casi lo ensordeció.
"¿Bueno?" grito Roran. No podía ver enfrente de ellos. "¡Los esclavos ya no están!"
Un gran peso pareció presionar a Eragon a su asiento mientras Saphira salía de su zambullida y subía en espiral alrededor de Helgrind, buscando por una entrada al escondite de los Ra'zac.
Ni siquiera un agujero lo suficientemente grande para una rata, declaro. Ella frenó y se colgó en un lugar antes de una cresta que conectaba la tercera más baja de los cuatro cimas a la prominencia de arriba. El contrafuerte irregular magnificaba el sonido producido por cada aleteo de sus alas hasta que fue tan fuerte como un trueno. Los ojos de Eragon se pusieron llorosos cuando el aire latía contra su piel.Una red de blancas venas adornada la parte trasera de los peñascos y pilares, donde la escarcha se había juntado en las grietas que arrugaban la roca. Nada más perturbaba la oscuridad de las murallas manchadas y azotadas por el viento, de Helgrind. No crecían arboles entre las rasgadas piedras, ni arbustos, ni pasto, ni musgo ni liquen, ni siquiera las águilas se atrevían a hacer sus nidos en los salientes rotos de la torre. Haciendo honor a su nombre, Helgrind era un lugar de muerte, y se levantaba cubierta de afilados, como dientes de una sierra, pliegues de sus declives y divisiones como un espectro huesudo levantado a rondar la tierra.Vaciando su mente hacia el exterior, Eragon confirmo la presencia de uno de los esclavos, como también la de dos personas a las que había descubierto encerradas al interior de Helgrind el día interior, pero para su preocupación, no pudo localizar a los Ra'zac ni a los Lethrblaka.¿Si no están aquí, entonces donde? se pregunto. Buscando nuevamente, se dio cuenta de algo que lo había eludido antes: una solitaria flor, una genciana, floreciendo no más allá de 50 pies en frente de ellos donde, por todas partes, no había nada más que roca solida. ¿Como obtiene lo suficiente para vivir? Saphira respondió a su pregunta colgándose de un espolón desmoronado varios pies a la derecha. Tal como ella lo hizo, perdió el equilibrio por un momento y abrió sus alas para estabilizarse. En vez de rozar contra la mole de Helgrind, la punta de su ala derecha se sumergió en la roca y luego volvió a salir.
¡Saphira, viste eso!
Si lo vi.
Inclinándose hacía adelante, Saphira empujo la punta de su hocico hacia la piedra escarpada, se detuvo a una pulgada o dos - como esperando a que apareciera una trampa - y luego continuo con su avance. Escama por escama, la cabeza de Saphira se deslizo en Helgrind, hasta que todo lo que pudo ver Eragon de ella, era su cuello, torso y alas.¡Es una ilusión! exclamo Saphira.
Abalanzándose con sus poderosos músculos, ella abandono el espolón y lanzo el resto de su cuerpo después de su cabeza. Requirió todo el autocontrol de Eragon para no cubrir su cara en un intento desesperado de protegerse mientras el peñasco se le venia encima.Un instante después, se encontró a si mismo mirando una extensa, abovedada cueva sofocada con el cálido brillo de la mañana. Las escamas de Saphira refractaban la luz, repartiendo miles de motas azules movedizas a través de la roca. Al mirar hacia atrás, Eragon no vio ninguna muralla, solo la boca de la cueva y una amplia vista del paisaje más allá.
Eragon hizo una mueca. Nunca se le había ocurrido que Galbatorix podría haber escondido la guarida de los Ra'zac con magia. ¡Idiota! Debo hacerlo mejor, pensó. Subestimar al rey era una forma segura de matarlos a todos.
Roran maldijo y dijo, "Avísame antes de que hagas algo como eso otra vez"
Encorvándose hacía adelante, Eragon desamarro sus piernas de la montura mientras estudiaba sus alrededores, alerta por cualquier peligro.
La entrada de la cueva era un ovalo irregular, quizás de unos 50 pies de alto y 60 pies de ancho. Desde ahí, la cámara se expandía el doble antes de terminar a un buena distancia de tiro de arco** en una pila de gruesas losas de piedra que se inclinaban una sobre otra en una confusión de dudosos ángulos. Una estera de polvo gris arañada afeaba el suelo, en evidencia de las muchas veces que los Lethrblaka habían despegado, aterrizado, y caminado por ahí. Como misteriosas cerraduras, 5 túneles bajos perforaban los lados de la cueva, como un estrecho pasillo lo suficientemente largo para acomodar a Saphira. Eragon examino los túneles cuidadosamente, pero eran muy negros y parecían vacios, un hecho que confirmo con una rápida apertura de su mente. Extraños, inconexos murmullos hicieron eco desde el interior de las entrañas de Helgrind, sugiriendo extrañas cosas corriendo en la oscuridad, y un incesante goteo de agua. Añadiéndose al coro de susurros estaba el constante alza y baja de la respiración de Saphira, la cual era más fuerte en los confines de la cámara descubierta.
La característica más distintiva de la caverna, era la mezcla de olores que lo invadían. El olor de la fría piedra dominada, pero bajo ella, Eragon percibió los olores de humedad y moho y algo mucho peor: el empalagoso hedor de la carne podrida.
Deshaciendo las últimas correas, Eragon balanceo su pierna derecha sobre la columna de Saphira, así que estaba sentado sobre un lado de la montura, y preparó para saltar de su espalda. Roran hizo lo mismo en el lado opuesto.Antes de soltarse de su amarre, Eragon escucho, en medio de los muchos ruidos que molestaban su oído, una veintena de clicks, como su alguien hubiera golpeado la roca con una colección de martillos. El sonido se repitió medio segundo después.Miró en dirección del ruido, al igual que Saphira.
Una enorme, retorcida figura se lanzo fuera de uno de los pasillos. Ojos negros, saltones, sin parpados, un pico de unos siete pies de largo, alas como de murciélago, El torso desnudo, sin pelo, rizado con musculo, garras como pinchos de hierro.
Saphira se tambaleo mientras intentaba evadir al Lethrblaka, pero en vano. La criatura choco contra su costado derecho con lo que Eragon sintió como la fuerza y la furia de una avalancha.
Lo que sucedió después, no lo supo, ya que el impacto lo envió desplomándose a través del espacio sin más que un pensamiento a medio formar en su revoleteado cerebro. Su vuelo ciego termino tan abruptamente como empezó cuando algo duro y plano embistió contra su espalda, y cayo al suelo, golpeando su cabeza una segunda vez.
La última colisión se llevo lo que quedaba de aire limpio en los pulmones de Eragon. Aturdido, se tendió acurrucado a su costado, jadeando y luchando por recuperar un aparente control sobre sus miembros insensibles.
¡Eragon! grito Saphira. -
Créditos por la traducción a Lady Arashi, obtenida de DragonesErrantes.net.
2 comentarios:
ya quiero saliir de vacacioneeeeees
entonces podré cooperar con este blog (L) :)
besooooooos
Es genial ver el trabajo de uno publicado en una página y que te mencionen al mismo tiempo *-*
Muchas gracias chicos por avisar!! Me alegra mucho, de verdad ^^
Por cierto, ya añadimos también su link dentro de nuestros afiliados en Hogwarts Temuco! =P
¡Gracias!
PD: Hubiese contestado antes pero estaba sin inet en mi casa ^^U
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